En su tercera semana, ‘Pesadilla en la cocina’ visita Alboraia (Valencia) donde se encuentra ‘La Terracita’, un restaurante con un concepto único que une la oferta de un gastrobar con la diversión de un parque de bolas infantil, una combinación que podría ser un sueño para los niños, pero que se ha convertido en una pesadilla para su propietario.
En este restaurante, los clientes son muy pequeños pero los problemas de Jorge, su dueño, son muy grandes, ya que carece de experiencia hostelera y se refuerza con un equipo poco implicado en sus labores. La confianza por esta fusión de negocios y las ganas de salir adelante hace que Jorge acuda a Alberto Chicote y al equipo de ‘Pesadilla en la cocina’ para poder ofrecer diversión a los niños y buena comida a los padres.
A Jorge se le une en el equipo de ‘La Terracita’ Maite, la cocinera; David, el encargado y cocinero; y Paula, la camarera, en un parque de bolas que, además, apenas tiene bolas. La magnitud del local hace que el eco del ruido sea insoportable, sobre todo teniendo en cuenta que en la cocina el plato principal son los gritos y los enfados. Debido a las enormes dimensiones del ocal, la forma de comunicarse entre los empleados es usando un walkie-talkie, método de comunicación que Jorge aprendió durante sus años trabajando como seguridad en discotecas. Pero no todos los empleados aceptan esta tecnología y el rechazo a su uso será el origen de muchos conflictos y malos servicios. Además, la cocinera tiene sus propias reglas y es capaz de hacer sándwiches mixtos sin queso o con lo que tenga ese día, alegando que son verdaderos sándwiches mixtos.
Un negocio con muchas pelotas
Alberto Chicote tendrá que intervenir para poner orden en medio de este desastre. Su misión será probar el menú, será testigo directo de un servicio completo y detectar en qué fallos clave está tropezando este negocio que, a pesar de sus buenas intenciones, se encuentra al borde del abismo.
Tras vivir en primera persona el desastre que supone dar un servicio en este restaurante donde el caos se combina con niños jugando en un parque de bolas, el chef propone al equipo una serie de normas que tendrán que cumplir si no quieren repetir la experiencia de que los clientes se vayan descontentos.
El reto para Chicote no será fácil. Con la cocina sumida en el caos, un equipo desmotivado y un dueño sin experiencia, será necesario un cambio profundo para salvar ‘La Terracita’. Chicote no solo se centrará en mejorar la calidad de la comida y el servicio, sino que trabajará bajo la presión de que todo salga lo mejor posible para que niños y mayores puedan disfrutar de un día diferente en un lugar especial.