Han pasado casi dos décadas desde que María perdió a Manuel y se quedó sola al cuidado de Nicolás y de Manuela, la hija recién nacida que su marido no conoció. En estos años ha logrado sacar adelante la tierra de los Cervantes gracias a su coraje y al de Claudia, la jornalera rebelde e hija bastarda de D. Ramón.
María sufrirá nuevas perdidas y tendrá que seguir luchando para evitar que se pierdan las tierras, pero sobre todo para que sus hijos no pierdan el arraigo y se mantengan unidos a la familia y a su patrimonio.
Los tiempos cambian, los campesinos migran y la falta de jornaleros propicia la llegada de braceros de otras zonas más pobres, pero también de empresarios ambiciosos dispuestos a explotarla, sin apego y sin vínculos, invirtiendo en maquinaria más que en personal. Por primera vez en mucho tiempo María se fija en alguien, pero el recuerdo de Manuel hará mella en sus dudas; hará lo imposible por evitar lo inevitable.