Hemos construido donde no debíamos. Más de dos millones y medio de personas viven en la España inundable. 25.000 kilómetros cuadrados expuestos a quedar sepultados bajo el barro. ¿Qué hacemos ahora con lo ya construido? ¿Paramos los proyectos que están en marcha?
Una gestión más eficaz de danas pasadas, además de salvar vidas, ha llevado a soluciones rotundas como demoler viviendas y empezar de nuevo en otro lugar. Aceptando la realidad climática, los territorios se conciben de forma más inteligente y segura. Porque tenemos dos opciones: confiar en el cielo ignorando el peligro o actuar admitiendo que el clima ya ha cambiado. ¿Cómo se hace?
Varios municipios han transformado ya sus áreas más expuestas. Ontinyent (Valencia) ha convertido sus zonas inundables en espacios públicos donde la fuerza de la naturaleza no pueda arrasar viviendas. En Funes (Navarra), el urbanismo otorga ya más importancia al río que al dinero del ladrillo. O respetamos el curso del agua… o el agua no nos respetará.
En muchos otros lugares, varios proyectos siguen en marcha en sus zonas inundables. Después vendrán las excusas, los balones fuera y la estrategia de culpar al adversario. Porque casi un 5% de nuestro territorio está en riesgo. ¿Demolemos o, si no, qué hacemos?
