Retrasos de más de 40 minutos para un simple plató de menú, un ambiente irrespirable de gritos y caos en sala y cocina, unos dueños incapaces de dirigir y una deuda cada vez más pesada son algunos de los ingredientes del día a día del restaurante onubense “El sitio”.
El restaurante de Eli y José Antonio es hoy un barco a la deriva, con cocineras que descongelan alguna comida en el lavavajillas, envases que no se fechan ni etiquetan, cucarachas en sala y cocina, y un huésped en forma de rata que frecuenta habitualmente el almacén.
Esta semana “Pesadilla en la cocina” viaja a Huelva para ayudar a Eli y Antonio, una pareja con serios problemas para sacar su negocio adelante: el bar “El sitio”, un local de comida casera que parece no estar gobernado por nadie, en el que los enormes retrasos ponen en peligro cada servicio, donde las cocineras son incontrolables, las cucarachas conviven con fogones y clientes, tienen como huésped a una rata que visita frecuentemente el almacén y cuyo ambiente se torna en muchos servicios irrespirable.
A esta difícil situación se le suma una deuda cada vez más abultada, que no hace más que agravar la ya precaria situación financiera del restaurante. Sin nadie al timón de este local, el descontrol reina cada jornada de trabajo, haciendo que los clientes no quieran volver.
El equipo de “El sitio”, además de por José Antonio y por Eli, está formado por Raquel, la camarera, una joven desbordada que tiene que dar la cara diariamente ante los clientes y a la que a menudo dan órdenes contradictorias, lo que provoca el mal funcionamiento del restaurante y un aumento de su ansiedad; y Ana María y Manoli, las cocineras, que no reciben las instrucciones adecuadas y cuyas prácticas en cocina no siempre coinciden con las normas establecidas en hostelería.
Mientras José Antonio cree que el problema reside en que la plantilla no es lo suficientemente profesional, su mujer achaca la delicada situación del restaurante a que José Antonio no ejerce de dueño, no se implica en el negocio y sólo piensa en sacar el cajón flamenco al final de los servicios más caóticos y en jubilarse, para lo que ya le queda poco tiempo. Además, él espera que ella se quede a cargo del negocio, carga demasiado pesada debido a las deudas y la situación incontrolable que reina en “El sitio”. El resto de la plantilla lo tiene claro: necesitan a un dueño implicado y directrices claras para para que se les dejen de acumular las comandas y los platos no se demoren más de 40 minutos para salir de cocina.
Trabajadores mal coordinados, una jefa desbordada, un dueño ansioso por jubilarse y la esporádica visita de ratas en el almacén. Sin duda, Alberto Chicote tiene mucho sobre lo que trabajar esta temporada en la capital onubense.